jueves, 22 de octubre de 2009

Cumpliendo promesas




Al nacer automáticamente accedes a una serie de prerrequisitos básicos, a un contrato de vida, inviolable para tí, ser humano, sin importar tu casta o color.

Parte de este contrato al cual te comprometes al inhalar por primera vez consta de varios subíndices, y todos debes cumplir al menos una vez. Te vez comprometido a aprender, prometes acelerar tu corazón, alimentar tu alma y hacer sufrir tus entrañas. Aceptas también que al menos una persona piense en tí mientras vives y a que al menos una persona te recuerde una vez hayas caducado.

Todo esto lo pactas antes de recibir una memoria activa, todos cumplimos cada inciso sin siquiera pensarlo, podemos decir que es imposible romper el trato con nuestro creador, pero ¿y si no cumplieras el absoluto último punto del documento? Esa final condición que en una palabra dicta "Moriré".

Si desobedeciéramos el contrato de la vida y altaneros nos opusiéramos a lo previamente pactado, o si simplemente no lo tomáramos en cuenta. Nadie nos dijo que hemos de morir para cumplir, nadie nos lo recordará; ¿qué tal si no supiéramos que debemos envejecer y morir?

La enemistad con el Tiempo que me ignora al yo olvidarlo no sería siquiera molestia. No sé en que momento debí morir, solo veo como todos caen, como niños nacen, amigos mueren, jóvenes envejecen y como esos niños hijos de mis amigos envejecen y mueren también. Olvidé como morir, intento desvanecerme de este mundo y por más que lo busco no puedo recordar ese hermoso talento llamado "perecer", esa virtud que me hacía humano definido y hoy me aparta de lo racional.

Tiento a la Muerte cada día esperando llamar su atención y me sonríe desde las sombras. Se burla de mis intentos! Ella y todos los perecidos me pasan picando el hombro mientras yo busco en mi mente como morir. No caresco del usual temor general al dolor y a la misma muerte que tanto ansío, me da miedo un día enfurecer a la dama que porta la hoz y que tantas veces he desafiado. Me aterran los métodos seguros de encontrarla y no creo en el suicidio, mi ética lo impide, mi moral desprecia el solo pensamiento de acometer en mi contra y mi alma no aguanta un segundo más en este cuerpo vencido y yo no soporto tener que volver a llenar de aire mis pulmones.

Pero ese soy yo y el incumplimiento de una poliza. Aparte esta quién sea haya escrito el contrato que hace tanto firmé. Él que quiere si alma discipula de vuelta. Siento su ira, no me ha olvidado, me tormenta en cada giro de mi vida. Cuando me alegro de su presencia, de simplemente sentir que sabe exactamente quien soy, cuando cada golpe con los que me arroja al piso me llena de vida, repentinamente me ignora del todo, como si jamás hubiera existido yo, infame ser que incumplido.
Al aprender a vivir sin Él, disfrutar de los días en el olvido y el desdén es dulce como las manzanas del paradiciaco jardín del Edén, es entonces cuando decide recordarme con su furia que le debo la vida y me exige su alma.

No recuerdo como morir, o nadie me enseñó. ¿Qué pasa cuando no cumples la última línea del documento sellado con sangre? Simple, no pasa un segundo sin que desees poder de alguna manera cumplir con tu deber como ser mortal, pues no eres hecho para burlar la muerte, no tienes madera de dios. Cada instante extra que te tomes hace ver al mismo centro del infierno como una meta, pues es la vida terrenal la que te tortura cada parte de tu existencia.