Me siento vivo solo en tanto que respiro y siento, veo y escucho.
Última y frecuentemente he soñado mi retorno ficticio a la tierra fantástica. No viajo hasta ella, solo despierto a su lado, como si a ella perteneciera y ahí la encuentro inmóvil, atemporal, como mis ojos la recuerdan, como mi mente la añora; más que abrazarla deseo sentirla envolverme con sus brazos nuevamente. Te pido nunca más me sueltes y despierto.
Sin sentido y con extraña curiosidad, sin abrir los ojos, me veo forzado por tentación a estirar mi brazo buscándote, confirmando la lógica sé que no estás ahí.
Veo las paredes de mi casa y realmente me siento en casa, demasiado en casa. Me siento seguro, todo me es familiar de una forma monótonamente molesta, mis únicas sorpresas son aquellas que se salen de lo previsto, es aquello con lo que no contaba, lo que no debería ser.
Extraño tanto que una sorpresa me haga sonreír, me haga el día y querer contártela lleno de júbilo y esa vida en mis ojos. Quiero contarte algo tan bello que creas que lo escribí para tí y tenerte que convencer que tan solo lo viví. No es que ya no sienta, es que quiero sentir lo opuesto; quiero volver a estar felíz de sentir y ver y sentir eso que veo.
Quiero alejarme de toda seguridad, tomarte de la mano sin saber a donde te llevo, y llegar exactamente a donde ambos queríamos estar. Deseo llevarte al profundo de mi mente y el verde de tus ojos enseñarte, tu secreto poder revelarte.